Los campos en los que jugábamos.

Cuando escucho algún comentario sobre el estado de los campos en los que se juega actualmente, recuerdo las condiciones en las que estaban los mismos durante mi etapa de jugador.  En la mayoría de los estadios se trataba de una mezcla de césped y tierra a la que se pasaba un rulo antes del partido para que presentase un aspecto inicial aceptable. A todo esto podemos añadir que, sobre todo en el norte de la península, los campos se regaban copiosamente durante la noche previa al partido, por lo que al cabo de pocos minutos, el estado del terreno de juego era impracticable. Aunque supiéramos fehacientemente que el tiempo había sido espléndido durante toda la semana cuando preguntábamos sobre el estado del terreno de juego siempre obteníamos la misma respuesta: ha llovido mucho esta noche.

Esta práctica tenía como consecuencia que se levantase inmediatamente el césped y  tuviéramos que correr sobre un barro pegajoso que hacía muy difícil simplemente desplazarse y menos aún controlar el balón. Esto me da pie para recordar una anécdota referente a un jugador brasileño que fichó el RM, Waldir Pereira “Didi”, excelente jugador brasileño que llegó en 1959. En un partido de los de frío y barro recuerdo su salida al terreno de juego, elegantísimo con su uniforme de color blanco inmaculado. En los primeros minutos realizó una internada de gran calidad aunque ni nosotros ni nuestros rivales volvimos a tener noticias de él durante el resto del partido. Al bajar al vestuario contrastaba su uniforme en el mismo estado inmaculado que al comienzo, con los del resto del equipo totalmente cubiertos de barro. Recibió muchas bromas al respecto suponiendo que se había quedado atascado en el barro sin poder moverse durante el resto del partido.  No llegó a adaptarse al ritmo de juego del equipo y se marchó al año siguiente.

Los viajes en coche cama

 Tengo que referirme a los viajes durante mi etapa de jugador. Ni que decir tiene que los medios de transporte no tenían nada que ver con los actuales. En el Real Madrid se tenía por costumbre realizar los desplazamientos en tren durante la noche anterior al partido. Aunque se puede decir que era una forma de viajar de las más confortables para la época, ya que jugadores, entrenador y delegado disponíamos de coche cama, sin embargo esto era fuente de algunas quejas. Habitualmente el entrenador y el delegado de turno realizaban un sorteo de las camas pero la queja generalizada era que a algunos siempre les tocaba el centro y a otros encima de las ruedas. Quien haya viajado en coche cama sabrá de qué hablo y de la enorme diferencia que existe entre viajar en el centro del vagón o bien ir dando botes en los extremos, encima del bogie. Pero todo esto se compensaba por las posibilidades de juerga que brindaba el hecho de viajar todos juntos.

Incidente en el triángulo de las Bermudas

Corrían los años 60 cuando en un viaje de pretemporada. Hicimos escala en Santo Domingo para luego reiniciar el vuelo con rumbo a Nueva York. En aquella época se habían puesto de moda las especulaciones sobre supuestas desapariciones misteriosas de barcos y aviones en un área geográfica próxima a las islas Bermudas, con lo que se empezó a hablar del Triángulo de las Bermudas. Yo dormía, pero en el momento en que las azafatas estaban sirviendo el almuerzo me despertó una terrible sacudida y pude ver el espectáculo insólito de bandejas que volaban y derramaban su contenido sobre las cabezas de los pasajeros. Hubo momentos de pánico y gran confusión, unos rezaban, otros lloraban, otros gritaban, pensando que íbamos a engrosar la estadística de desapariciones en esa zona de siniestra reputación. Gracias a la pericia del piloto afortunadamente todo quedó en el susto y pequeños daños colaterales, como la ruina de los peinados de las señoras que habían aprovechado la escala para acudir a la peluquería así como que la mayor parte del pasaje nos quedamos sin comida. El piloto nos comentó posteriormente que habíamos descendido de golpe 5000 pies.  De esta  forma puedo afirmar que he tenido mi propia experiencia en el famoso triángulo y puedo contarlo.

Jugada conflictiva

En todas las competiciones se producen esporádicamente jugadas que causan polémica. En algunos casos por la dificultad de apreciar alguna acción que sucede rápidamente o algunas por errores manifiestos del árbitro. De todos los partidos que he jugado se me ha quedado grabada la jugada  que se produjo durante una gira del Real Madrid por Sudamérica, que por lo manifiesto del error, resulta incluso cómica. Durante esta gira jugamos un partido contra el equipo chileno Colo Colo en el estadio Nacional de Chile. En aquella época los fotógrafos se instalaban detrás de la línea de fondo y en una jugada del equipo rival, el balón salió fuera por dicha línea. Uno de los fotógrafos la devolvió al campo dándole el suficiente efecto, al estilo de la jugada conocida como “gol olímpico”, como para meterla en la portería.  El árbitro dio por bueno el gol produciéndose tal alboroto por nuestras lógicas protestas que el partido estuvo suspendido durante media hora.

Waldir Pereira con la selección de Uruguay

Se han puesto de moda distintas formas de celebrar los tantos por parte de los jugadores.  Recomiendo a los mismos mostrar una cierta prudencia en sus celebraciones, ya que el mismo gesto puede tener significados distintos según en qué país estemos, pudiendo resultar ofensivas tanto para los jugadores rivales como para sus seguidores.

Como botón de muestra me acuerdo de un partido con la selección uruguaya en Lima durante el que se montó una gran tangana con invasión del campo por parte de los espectadores. La costumbre imperante en aquella época al menos entre mis compañeros consistía en agarrarse la camiseta y levantarla hacia la cara sin ningún significado ofensivo.  Sin embargo este gesto fue interpretado por los seguidores como el gesto obsceno de mostrar “sus atributos” lo que provocó la cólera de todo el estadio. A punto de terminar el tiempo reglamentario uno de mis compañeros marcó un gol, y tras celebrarlo se retiró al vestuario inconsciente del efecto que había producido.  Yo y dos de mis compañeros nos quedamos rezagados y solos ante el peligro, asistiendo al espectáculo de los espectadores invadiendo el campo, cada vez en mayor número, con la clara intención de agredirnos.  Afortunadamente mediante una combinación de astucia para buscar los espacios libres y no perder de vista la salida conseguimos llegar a la misma y escapar indemnes. Ya en el vestuario nos encontramos con nuestro compañero que seguía totalmente ajeno a lo que se había producido.