Mi infancia, adolescencia y temprana juventud transcurrieron en la capital de Uruguay, Montevideo, lugar al que emigraron mis padres desde España.
Eran naturales de la parroquia de San Amaro, perteneciente al municipio de La Arnoia en la provincia de Ourense. Si bien en la actualidad es una zona de gran atractivo turístico por la conservación de su entorno natural, su gastronomía, sus fiestas y las instalaciones hoteleras que ofrece, incluido un balneario, en aquella época las oportunidades eran escasas por lo que mis padres se decidieron a emigrar.
Este fue el caso de muchas familias gallegas que ante la escasez de recursos en su tierra, tomaron la decisión de buscar suerte en otros lugares, optando muchos de ellos por este país sudamericano. En aquella época Uruguay estaba experimentando un gran crecimiento, tanto demográfico como económico, especialmente en la capital Montevideo. La prosperidad económica se tradujo en la mejora de las condiciones de vida y cambió el aspecto de la capital, modernizándola completamente. También cambiaron las costumbres al desarrollarse las clases medias, contribuyendo a la popularización de espectáculos como el teatro, el cine y sobre todo el fútbol que pasó a convertirse en un espectáculo de masas.
Estas condiciones, unidas a la afinidad de cultura e idioma, contribuyeron a la generosa acogida que se les dispensó y aun manteniendo sus tradiciones, se integraron totalmente en la sociedad uruguaya.
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Nací en Montevideo, el 31 de Julio de 1929. Mi infancia transcurrió feliz en el ambiente propio del país, pero educado con las tradiciones de mis orígenes gallegos, que mantenían los emigrantes arnoienses con reuniones que tenían lugar habitualmente los domingos. Estas se celebraban normalmente en la Casa de Galicia una finca que disponía de un gran jardín o bien en el parque Campo Español. Durante las reuniones, al mismo tiempo que se preparaban comidas típicas, se bailaba y se comentaban las noticias que se recibían de los familiares, normalmente por correspondencia ya que en aquella época las comunicaciones no eran lo que son en la actualidad.
Tuve la suerte de tener un padre excepcional. Enfermero ATS, con un gran prestigio en el ambiente hospitalario de Montevideo, muy apreciado por sus pacientes y respetado por los médicos y religiosas con los que trabajó. A él le agradezco el haberme inculcado los valores de la austeridad y la disciplina en el trabajo que me han servido a lo largo de mi vida.
De esta forma fui creciendo. Comencé mis estudios y empecé a correr detrás de un balón jugando con mis compañeros de clase y amigos del barrio donde vivía. La práctica del fútbol era la actividad habitual entre los niños de mi época.
Recuerdo las condiciones que teníamos para jugar al fútbol en esos años, tan diferentes de las actuales. El balón tras el que corríamos, era una pelota que fabricábamos con alguna media usada de mi madre rellena de papel de periódico. Los campos donde jugábamos eran de tierra, y las porterías las marcábamos con piedras. En aquella época rompí muchos zapatos, con la consiguiente indignación de mis padres. Sin embargo, como demostró mi trayectoria futbolística posterior, resultó ser una buena escuela para adquirir los fundamentos básicos para la práctica de este deporte.
El dueño de una tienda de mi barrio, emigrante armenio conocido por Bogó, que unos años atrás me había vaticinado un gran porvenir como jugador de fútbol, era “hincha” del Nacional de Montevideo, y mantenía una excelente relación con la directiva del Club. Me presentó a una prueba de selección de juveniles y la pasé; era noviembre de 1944 y de esta forma conseguí entrar a formar parte del club Atlético Pocitos. Jugábamos una liga entre barrios de la capital que me permitió aprender y curtirme más. La competición era dura y las peleas muy frecuentes. Así mi vida transcurrió compaginando el fútbol con los estudios de primaria, secundaria y posteriormente Contabilidad y Dactilografía en la academia Mecenas.
En 1944 empecé a trabajar en el banco Francés Italiano y posteriormente pasé al Banco de Galicia de Montevideo, compaginando mi trabajo con la práctica del fútbol. En 1945 fiché por la sección de Juveniles del Club Nacional de Fútbol de Montevideo y fuimos Campeones juveniles del torneo Uruguayo en 1946.
Por aquella época se creó un torneo nocturno que tuvo un gran éxito de espectadores. En el mismo competían jugadores profesionales representando a sus barrios de origen y a mí me convocaron aunque seguía siendo amateur. Yo continuaba compaginando trabajo y fútbol. Terminaba la jornada en mi banco y me iba directamente al campo.
Un día de 1947, me llamaron por teléfono desde mi club para comunicarme que el Director General quería hablar conmigo. Acudí a la cita asustado ya que estaba jugando el campeonato nocturno sin haber pedido autorización. Sin embargo, para mi sorpresa, el Director tras hacerme sentar en su despacho, me propuso formar parte del primer equipo para jugar el siguiente domingo. De esta forma pasé a formar parte de la plantilla del primer equipo como profesional a los 17 años.
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En mi debut ganamos 4 a 0 al rival, y se confirmó mi pase a la profesionalidad, jugando por aquel entonces en el centro del campo.
Con este primer equipo fuimos campeones de la Liga Uruguaya durante varios años seguidos. Además, en esos años me nombraron presidente de la Asociación Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales.
Recuerdo que en 1948 hubo una huelga de futbolistas que afectó tanto al futbol uruguayo como al argentino, produciéndose un parón de la competición oficial durante 10 meses. Fueron momentos difíciles que sobrellevé al tener mi trabajo en la banca. El fútbol profesional se reanudó en 1949 aunque no pude participar en el campeonato mundial de 1950 al haber cambiado de posición en el equipo. Continuamos las competiciones ganando títulos de Liga y la Copa Internacional de Montevideo en la que participaron varios países latinoamericanos y europeos.
En 1954 participé en el Mundial de Suiza donde quedamos cuartos tras realizar un extraordinario partido contra el equipo húngaro que por aquel entonces exhibía un maravilloso estilo de juego.
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En resumen, fueron unos años felices en los que una combinación de acierto, sacrificio y disciplina me permitieron ser titular y capitán del Club Nacional de Fútbol de Montevideo durante 12 años y de la Selección Nacional de Uruguay durante 7.
Palmares durante mi etapa de Uruguay:
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En 1955 me casé y en 1957 con mi primer hijo ya nacido recibí una llamada del Presidente del Real Madrid, Don Santiago Bernabeu, que iniciaría la siguiente etapa de mi vida.